Todos los días parecía monótonos, para una bella y pequeña familia. los esposos pretendían llevar una vida normal con su pequeño hijo, si embargo, el hombre mantenía amoríos con otras mujeres, sin embargo podía ocultar su mentira con facilidad...
Hasta que llegó un día en que su mujer descubrió la infidelidad, con marcas de labial en una de sus camisas, así que esa noche lo esperó sentada en la sala, aguardando que ese infiel llegase, para afrontarle. al llegar el hombre a la morada recibió los reclamos de aquella mujer que siempre le fue fiel, ella lloraba amargamente y él comenzaba a alterarse.
Su esposa levantó son suavidad la delicada mano que tenía, y le dió una caricia a la mejilla de su esposo, este se quedó en silencio, por unos minutos, para luego estallar en rabia, tomar a la mujer de la mano y depositarle un puñetazo en la cara.
Golpes iban y venían, salpicando el rostro del agresor con ese fluido tibio y húmedo, pero éste no paraba, y siguió golpeando hasta que su ira fue terminando, se detuvo, y contemplo en silencio que su mujer no respiraba, la había matado, miró sus manos enrojecidas y en su mente la duda y el miedo se apoderaban de su ser...
¿Qué haría con su hijo? El amaba a su madre, ¿Cómo podría evitar que el pequeño supiera la verdad?
su cerebro fue maquinando una trama compleja, para que su hijo no lo mirase como lo que era, un vulgar asesino... Ideó una buena historia, para que el niño no preguntara por ella, él le diría que su madre se fue de viaje sin avisarles, y que no sabe cuando volverá, eso debió bastarle para que su mentira lo salvara...
Pasaron dos días y su hijo estaba muy tranquilo, no hacía preguntas y eso le llenaba de miedo, era mucha la desesperación, que provocó que el hombre se sumiera en el alcohol, ya no iba a trabajar, sólo se quedaba en casa, con miedo de que alguien se diera cuenta del homicidio que cometió, cada hora, cada minuto, eran un gran suplicio, cada segundo una eterna tortura.
Pasaron dos días más y la falta de la mujer se hacía notar en la casa, todo estaba sucio, desordenado, y la desesperación de aquél varón era demasiada, tanto así que ya no dormía, no comía, sólo bebía licor y la duda se acrecentó tanto que llegó al límite e intentando tener compostura le preguntó a su hijo...
--Hijo... ¿Por qué estas tan tranquilo? ¿No te sientes sólo sin tu mamá?--
El pequeño dejó de ver televisión, y miró confuso a su padre y con dulce voz le respondió:
--Pero, papá, mamá ha estado sentada a tu lado todo este tiempo--
El niño salió de la sala a su habitación y el hombre sintió un gran escalofrío, volteó lentamente a su derecha, encontrándose con su mujer, ennegrecida y demacrada y con una enorme sonrisa... La mujer se abalanzó sobre su esposo, lo abrazó se acercó lentamente a su oído y murmuró: "Hasta que la muerte nos separe", y allí en esa sala, todo se volvió oscuro, y permaneció el silencio...
Hasta que llegó un día en que su mujer descubrió la infidelidad, con marcas de labial en una de sus camisas, así que esa noche lo esperó sentada en la sala, aguardando que ese infiel llegase, para afrontarle. al llegar el hombre a la morada recibió los reclamos de aquella mujer que siempre le fue fiel, ella lloraba amargamente y él comenzaba a alterarse.
Su esposa levantó son suavidad la delicada mano que tenía, y le dió una caricia a la mejilla de su esposo, este se quedó en silencio, por unos minutos, para luego estallar en rabia, tomar a la mujer de la mano y depositarle un puñetazo en la cara.
Golpes iban y venían, salpicando el rostro del agresor con ese fluido tibio y húmedo, pero éste no paraba, y siguió golpeando hasta que su ira fue terminando, se detuvo, y contemplo en silencio que su mujer no respiraba, la había matado, miró sus manos enrojecidas y en su mente la duda y el miedo se apoderaban de su ser...
¿Qué haría con su hijo? El amaba a su madre, ¿Cómo podría evitar que el pequeño supiera la verdad?
su cerebro fue maquinando una trama compleja, para que su hijo no lo mirase como lo que era, un vulgar asesino... Ideó una buena historia, para que el niño no preguntara por ella, él le diría que su madre se fue de viaje sin avisarles, y que no sabe cuando volverá, eso debió bastarle para que su mentira lo salvara...
Pasaron dos días y su hijo estaba muy tranquilo, no hacía preguntas y eso le llenaba de miedo, era mucha la desesperación, que provocó que el hombre se sumiera en el alcohol, ya no iba a trabajar, sólo se quedaba en casa, con miedo de que alguien se diera cuenta del homicidio que cometió, cada hora, cada minuto, eran un gran suplicio, cada segundo una eterna tortura.
Pasaron dos días más y la falta de la mujer se hacía notar en la casa, todo estaba sucio, desordenado, y la desesperación de aquél varón era demasiada, tanto así que ya no dormía, no comía, sólo bebía licor y la duda se acrecentó tanto que llegó al límite e intentando tener compostura le preguntó a su hijo...
--Hijo... ¿Por qué estas tan tranquilo? ¿No te sientes sólo sin tu mamá?--
El pequeño dejó de ver televisión, y miró confuso a su padre y con dulce voz le respondió:
--Pero, papá, mamá ha estado sentada a tu lado todo este tiempo--
El niño salió de la sala a su habitación y el hombre sintió un gran escalofrío, volteó lentamente a su derecha, encontrándose con su mujer, ennegrecida y demacrada y con una enorme sonrisa... La mujer se abalanzó sobre su esposo, lo abrazó se acercó lentamente a su oído y murmuró: "Hasta que la muerte nos separe", y allí en esa sala, todo se volvió oscuro, y permaneció el silencio...
